Las preguntas son herramientas con gran potencial en la interacción humana. Suelen ser útiles para lograr diferentes objetivos: recabar información acerca de hechos (¿la reunión es mañana a las 9?); hacer peticiones (¿me ayudas a hacer este informe?); explorar pensamientos y sentimientos (¿qué es lo que más te importa de lograr eso?); invitar a la reflexión (¿es esa meta alcanzable?); lograr compromiso (¿cuento entonces con que tú harás esta presentación ante el cliente mañana?) o empoderar a otro (¿sabías que eras capaz de este tipo de logros?).
Una buena pregunta suele iluminar aspectos que la persona aun no ha visto, invita a la persona a revisarse para responder. Tienen además una cualidad provocadora, las buenas preguntas no pueden dejar de responderse e invitan a la reflexión de una manera que los consejos no logran. Una pregunta bien formulada es potenciadora, estimula la autonomía, el aprendizaje y el logro de resultados.
¿Qué características tienen las preguntas potenciadoras?
1. Suponen lo positivo. Toda pregunta lleva “contrabando”, estas son ideas que están implícitas en la formulación de toda pregunta y que la persona al responder acepta casi sin darse cuenta. Una persona inexperta en el arte de preguntar no sabe cuáles son los supuestos que están implicados en las preguntas que hace e incluso puede inocular ideas perjudiciales sin darse cuenta. Por ejemplo, la pregunta ¿qué te hace pensar que eres capaz de lograr esto? introduce la duda respecto de ser capaz de lograr un determinado desafío, debilita la confianza. Sin embargo, la pregunta ¿con qué recursos cuentas para alcanzar este objetivo? ilumina en el otro los recursos disponibles para lograr la meta.
2. Comienzan con la palabra QUÉ, no por qué. Si alguien se equivoca y le preguntamos ¿por qué hiciste eso?, lo más probable es que le inoculemos culpa además de invitarlo a centrar su atención en el pasado y en las explicaciones. Si reformulamos la pregunta de modo que impulse el progreso se puede decir: ¿qué aprendiste de lo que ocurrió? ¿Qué harás diferente la próxima vez? Dando por supuesto que aprendió de lo sucedido, que tiene capacidad de cambiar y que eso será la plataforma de un mejor desempeño.
3. Abren posibilidades en el futuro: Están orientadas a los objetivos, invitan a mirar hacia delante. ¿Dónde te gustaría llegar? ¿Cómo te vas a dar cuenta que vas avanzando hacia ella? ¿Qué necesitas desarrollar para acercarte a lo que quieres? Son preguntas que ponen la mirada en la meta y en el camino para llegar a ella.
4. Se orientan a la solución, no a quedarse atascados en un problema. ¿Qué necesitas para resolver esto? ¿Quién te puede ayudar a lograrlo? ¿Qué recursos debes utilizar para
acercarte a la solución?
5. Conducen a la acción. La mera comprensión intelectual no basta para resolver un problema o lograr una meta, hay que hacer algo. Preguntas como ¿qué puedes hacer para cambiar esa
situación? incentivan la búsqueda de un plan de acción, además de promover la propia responsabilidad.
Invito a observar cómo formulamos las preguntas. ¿Iluminan el potencial de aquellos que nos rodean? Nunca es tarde para comenzar.
Referencia: O’Connor, J. y Lages. A. (2005).
Coaching con PNL. Barcelona, Urano.
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