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  Honestamente…¿ayudamos a nuestros hijos a ser honestos? Septiembre 2012
 

Autor: Paola Ceruti

 

La honestidad es una valor que solemos enseñar a nuestros hijos desde pequeños. Los animamos a decir la verdad, a no mentirle a sus padres, no mentir al profesor, no mentir a un amigo. Les trasmitimos lo mejor que podemos que esa vía no es la mejor para solucionar las dificultades que enfrentan dado que afectará su credibilidad y confianza que los demás tengan en él. Les enseñamos que lograr la confianza de otra persona o de una institución es algo que cuesta mucho tiempo ganarse y muy poco perder. Ser alguien que es catalogado de veraz o creíble implica que tiene mayor posibilidad de que sus compañeros quieran hacer los trabajos con esa persona dado que es confiable y responde a sus compromisos o que quieran ser amigos de él/ella por la confianza que les provoca. También es más probable que en su colegio ante alguna situación dudosa su versión sea creída. En el futuro aumenta la probabilidad que obtenga oportunidades laborales dado que es una persona confiable, creíble, atributo que muchos empleadores y socios consideran más importante que una habilidad intelectual o técnica particular.

El tema es ¿si ser honesto trae muchos beneficios, porqué nuestros hijos (y a veces nosotros) mentimos? En muchos momentos es muy difícil elegir la verdad, requiere coraje para enfrentar con hidalguía lo incómoda que puede ser esa opción. Además implica firmeza y convicción de que ese valor es fundamental en nuestra identidad y en cómo elegimos vivir la vida, cómo queremos mirarnos a nosotros mismos.

Nos cuesta elegir la verdad por ejemplo si eso afectará en algo las relaciones afectivas con alguien que nos importa. Imagina la siguiente escena: es el cumpleaños de tu hija de 6 años y le entrega su regalo la tía Carla, quien siempre ha querido mucho a tu hija. Al abrir el regalo la tía le pregunta a tu hija ¿te gustó? Y ella le dice honestamente, “no”… y la tía enmudece… ¿tú qué haces? Bueno, muchos padres inducirían a su hija a mentir por cuidar las emociones de la tía o la relación familiar diciendo: “pero mi amor, si la tía te lo regaló con tanto cariño, yo lo encuentro bonito y muy útil para ti, vaya y déle un abrazo a la tía por el lindo regalo que le trajo”. Sin darnos cuenta entregamos el mensaje a nuestra hija que mentir está bien si su objetivo es cuidar las emociones de alguien a quien queremos.

¿En cuántas otras ocasiones (y sin estar consciente) le estás enseñando a tus hijos a elegir la deshonestidad como camino? Por ejemplo si te llama una amiga o familiar con el cual no quieres hablar por teléfono le dices a tu hijo “dile que no estoy”, o cuando te ve planteando una idea en privado y otra diametralmente distinta en público, o en esas ocasiones donde es evidente que estuviste equivocado y no eliges reconocerlo o disculparte. ¿Qué crees que le estás trasmitiendo a tu hijo?

Otras veces ocultar información es la vía elegida porque pensamos que nuestros hijos no están preparados para esa verdad, por ejemplo si estás llorando porque tuviste una dolorosa pelea con tu pareja y tu hijo pequeño se acerca a preguntarte qué pasa, tú le dices “nada, es una pelusa en el ojo”, está bien no contar los detalles de la discusión a tu hijo porque no tiene la edad para absorber esa información ni el rol para recibirla, pero al decirle que no pasa nada además de cuidarlo lo estás insegurizando. El niño tuvo una percepción (ver a su madre llorar) y una intuición (algo anda mal) y va a chequearla con mamá. Si mamá responde eso muchas veces el niño aprenderá a no confiar en sus propias percepciones y en su capacidad de descifrar las claves emocionales en los demás y en si mismo. También puede aprender que esas emociones no hay que compartirlas con nadie, que son malas, que no deben mostrarse y que cuando sin quieres se escapen, hay que mentir al respecto. Lo mejor es responder en forma simple, “si he estado llorando, tengo pena por algo, pero ya se me va a pasar”.

Para ayudar a nuestros hijos a elegir la honestidad como primera opción en la vida, les sugiero partir por empatizar con lo difícil que es esa opción, los costos y pérdida que tomarla implica y desde ahí ver a nuestros hijos como héroes cuando lo logran. Luego podemos intentar vivir la honestidad nosotros mismos, evitando en lo posible las “mentiritas blancas”, que sin darnos cuenta, van inoculando en nuestros hijos la liviandad frente al mentir.

 

Suerte en este desafío !!

 
 
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